Tuesday, May 27, 2008

Aleatorio 4

Malos versos que me arrancan los ojos,
palabras que suenan mejor desenfocadas,
imaginación de la miopía desenfrenada,
que lanza la mirada al color del vacío.

Meses deglutidos por tu cuello de botella,
hierático te alzas, reloj de arena,
mientras nos vemos cayendo en picado,
formando depresiones en montañas
y erigiendo montañas de depresiones.

Ya no nos queda más litio.

Pedimos educadamente a las palabras
que nos dejen solos en mares de afasia,
para que nuestro único rastro sea
la curvilínea tristeza de las sonrisas.

Cardenales

Hay un perro en la carretera
hay un perro en la carretera que nos mira desde dentro de sus ojos de perro,
[pupilas con can-can,
hoy un perro en la carretera que nos ladra en idiomas incomprensibles
hoy un señor con sombrero me dijo que los perros no tienen alma
le dije que mi madre, que mi padre, que nada de mascotas,
que no hable con extraños
como él.

En todos los cardenales hay versos encriptados
carreteras verdes con forma de palabras por debajo de la piel
como este renegar de las transparencias del cuerpo,
se me cae de vergüenza la cara
interior del muslo.

Todos los huesos salientes son susceptibles de ser golpeados,
podríamos protegernos con piezas de puzzle,
con colores del pantone 255,
con la edad se adquiere una cierta
policromía.

Una vez al mes
muero desangrada.

Hay un perro en la carretera
hay un perro que se ríe de mi letra tan de izquierda, que se ríe de mi torpeza,
resulta que no sé conducir, y ahora que vamos despacio,
las mentiras me adelantan
moratones en el corazón, esternón, televisor
el exilio se parece a una carretera de otro país,

escribo cartas de ajuste con el remitente en blanco

por si el perro
sabe leer.