A Ginsberg, a la generación del 84
y a todos los que me han compartido
cuando el dolor destroza.
He visto a las mejores mentes de mi generación
tragándose escaleras de mercurio a la salida de cualquier
estación de metro
y mirando por encima de los tejados buscando restos de cualquier licor,
vándalos burgueses desesperados
que se tragaron la aurora con dedos ensangrentados
y esperaron a que una tropa de ángeles llegara
con espadas flameantes
a sacar el líquido de heridas que supuran morfina,
que interpretaron como signos inequívocos de placer
mañanas en la cama con leves dosis de autoindulgencia,
que mintieron y huyeron y bailaron como posesos
la danza perversa de los sátiros,
buscando condones inexistentes en cajones y bolsillos
y se maldijeron por el adulterio y continuaron desnudos follando como putas,
que lamieron restos de ojos vacíos por el impacto de la verdad
y olieron por narices abiertas respirando el auténtico aroma del mundo,
que tragando absenta absorbieron la realidad,
ahogándose en bosques verdes y abortos que nunca ocurrieron,
dudando de su esterilidad en un subidón de endorfinas,
que nunca llegaron a comprender una felicidad con sonrisa de virgen
de una boca que sale del otro lado de una barra bañada en whisky y años de sabiduría,
que tragándose el orgullo vomitaron en Avenida de América
todas las pasiones repentinas ahogadas en un estómago infinito
y conducidas por un taxista cocainómano
que guardaron la culpa y el hachís y las borracheras
y lo conviertieron en una explosión atómica de interacción humana a ritmo de jazz,
que volando entre edificios llegaron a tocar a Dios
llegaron a tocar querubines bañados en oro con la música estática del renacimiento,
escrita con notas blancas que alguien dejó en la tapa del baño de un bar,
que en Nueva York se atragantaron con los huesos de Ginsberg
y sacaron las entrañas para llenar una casa entera de profundo arrepentimiento
mezclado con impotencia y presidentes muertos,
que inundados de orgullo y asco y muerte y una sensación etérea en Malasaña
jugaron a ser dramáticos personajes una copa tras otra
perdiendo el orgullo y el equilibrio y la cartera
en el suelo lleno de charcos bañados de brotes de grandeza,
que arrastrándose como nubes coléricas entre antenas inútiles
desearon no haber comido nunca la fruta prohibida del desengaño,
que amedrentados volvieron a casa a esperar un fin del mundo que siempre llega pero nunca acaba,
jugando a la ruleta rusa bañados en vodka y manzanas podridas recién cortadas del árbol
que tirados volvieron a una cama vacía
alucinando en la plaza del dos de mayo un mundo de luces azules
y guardias poniéndose en las esquinas
con trenes sonando y viejas cruzando
y toda la muerte y las penas del mundo metidas en una jeringuilla.
He visto a las mejores mentes de mi generación
regocijándose en la mierda y en los mejores momentos
y volando hacia un lugar en el que tocaron a un Dios que no existe
y cerrando la ventana por donde se cuelan algunas noches las estrellas
y diciendo adiós cuando un escalofrío y un aullido
que se escapan desde el centro del dolor
ven despuntar el alba.
8 comments:
No sabes cómo te odio.
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De buen rollo, ¿eh?
hooooooooooooowl!
gracias!
Pufff. Cojonudo. De verdad.
Saludos
Mentes de nuestra generación! Latente. Hijos al límite del asfalto.
¿Alguien dice algo?
¿Del 84?
¡Ah! ¿Tú eres de esos que aun no tenían la play?
Infelicies.
Los que habéis de soportar la indecisión de otras generaciones indecisas.
¡Qué poesía haréis vosotros!
POETICEMOS COMPAÑEROS
Gracias y un abrazo Maga
hooooowl!!
vaya, un clásico!
gracias por rescatarlo.
coño, jjaj, lo leí hace diez días y opine exactamente lo mismo, jajaj.
no lo recordaba...
pues lo dicho!
gracias
impresionante guiño personal a ginsberg, del que me haré eco en algún momento. vuk es lobo y me doy cuenta de que siempre hablo con aullidos.
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